Lunes Maldito
¡Ay! con lo bien que me lo estaba pasando yo este finde... (y curiosidades planetarias varias)

jueves, diciembre 28, 2006

[Batallitas] Cita a Ciegas (parte II)

El mismo día de mi inesperado contacto chatero, ya por la noche y desde casita, volví a hablar con pitufina27. La charla resultó más relajada, menos picajosa ya, en un tono divertido y cómplice que desembocó en un cita “tête a tête” al día siguiente.

La verdad es que revisando el pasado te das cuenta de ciertos indicios que deberían haber activado las alarmas y las luces rojas de nuestro sistema defensivo. Y me refiero al comentario que hizo cuando le pregunté cómo iba a reconocerla, eso tan bonito de las citas a ciegas “llevaré boina francesa ladeada con un jersey de cuello cisne y estaré leyendo poesía social francesa del 65 para resultar de lo más interesante”. Soltó con aparentemente fingida molestia que todos los tíos éramos iguales, que sabiendo quién eres se esperan parapetados tras una farola y si no les gusta lo que ven desaparecen sin dejar rastro. Así que decidí identificarme (uno no quiere ser como TODOS los tíos, claro) y le contesté que estaría en la terracita bebiendo una Voll-Dam y leyendo un libro. Y nos despedimos tan ricamente.

Me fui a dormir con una sonrisa de idiota en la cara provocada por la excitación del pobre inocente que cegado por la esperanza y la inexperiencia, se las promete más que felices.

En fin.


La cita era en bar el Sol de la plaza del Sol (ea) y para más inri me llevó mi ex en moto, una rubia pizpireta que con emocionada curiosidad quería saber con pelos y señales cómo demonios había llegado a esa situación. Llegué a pensar que estaba más entusiasmada con la cita ella que yo, fíjate.

Nos despedimos no sin antes jurarle que se lo contaría todo, todo, todo y lozano yo, troté con pasitos alegres hasta el escenario de mi oprobio.

Sentado incómodamente en la mesita en la terraza y con mi Voll a mano, me dispuse a esperar los 5 minutillos que faltaban para “la experiencia” leyendo lo que pudiese de mi fiel compañero el señor libro (que no es siempre el mismo).

Al cuarto de hora y con la cerveza casi terminada empecé a lanzar miradas por la plaza por si veía a alguna fémina parapetada tras una farola.

En cinco minutos pedí otra Voll-Dam y continué con el libro sin prestarle ya demasiada atención, despistándome por cualquier movimiento sospechoso en mi campo visual.

A la media hora larga de espera ya había decidido que me habían dado plantón y estaba de nuevo enfrascado en la lectura, cuando el sol del que tanta gala hace la plaza quedó eclipsado en mi mesita.

- ¿Óscar?

Levanté la vista con una media sonrisa para descubrir al troll de las cavernas que me había hablado. Un ser de enormes dimensiones ataviado de tules negros, cuero y tachuelas, con gafas cerradas de alta montaña y clips rosas en un pelo negro cuervo que resaltaba espantosamente la blancura cerúlea de su rostro hinchado y repleto de granos.

Era como si a Jabba el Hutt le fuese el rollo Marilyn Manson y quisiera tomarse unas birras conmigo, vamos.

Mi cerebro entró entonces en modo matrix y en décimas de segundo evalué las posibilidades:

a) responder “no señorita, se equivoca, mi nombre es Luís Alfredo y me está tapando el sol”.

b) lanzarle la Voll a la cabeza para aturdirla los segundos suficientes para coger ventaja huyendo esquivamente por las callejas de Gracia como si me persiguiese un T-Rex (dando alaridos y sacudiendo los brazos).

c) llamar a Stan Winston.

d) todas las anteriores.

Sorprendentemente no escogí ninguna de estas y haciendo de tripas corazón y reponiéndome de la sobrecogedora primera impresión (creo ser consciente que durante ese instante de absoluta y terrorífica incertidumbre mi sonrisa se mantuvo la mar de natural) decidí darle una oportunidad al pobre troll.

- Si que has tardado –dije- ¿Tenías miedo?

¡Por Dios, Óscar! Que una cosa es ser compasivo con los mutantes y otra muy diferente flirtear con ellos. No tengo remedio.

- No sabía si ibas a venir –dijo mientras tomaba asiento.

No entendí si eso era una explicación a su retraso o estábamos ya en otra conversación. Sonreí algo nervioso y decidí acabarme la segunda Voll de un trago.

El caso es que no recuerdo muy bien de qué estuvimos charlando. Yo estaba obsesionado con la palidez mórbida de su piel. Recuerdo algo de que se había enamorado, en las paraolimpiadas de Barcelona (había sido voluntaria), de un atleta senegalés, y que había huido con el equipo de vuelta al Senegal obnubilada (digo yo) por el exotismo y misterio que debe emanar un fuertote paralímpico senegalés. Parece ser que no funcionó y se volvió a Barcelona. Igual es que los furtivos la confundían con un gorila de lomo blanco, vaya usted a saber. El caso es que el troll tenía anécdotas para dar y tomar, todas con un aire de nostálgica amargura. También me contó sobre las charlas con su padre, que entraba de noche en su habitación cuando ella estaba en la cama y se sentaba a los pies para hablar de todo un poco. Si no tenemos en cuenta que su padre estaba muerto desde hacía años, hubiese sido una anécdota de lo más intrascendente, claro. Y entre trago y trago de mi tercera Voll decidí que al menos estaba resultando interesante.

- ¿Qué pensarías si te digo que me gustaría salir contigo? –dijo de repente el ogro gótico.

Si hubiese sido una peli, la musiquilla entretenida que acompasaba nuestra charleta hubiera sido interrumpida de repente con el ruido de un disco rayado.

Sudor frío en las palmas. Latidos detenidos.

- Pero si no nos conocemos –argüí yo, tratando de reactivar mi sistema neural para acceder a todas esas excusas que de tanto en cuanto habían usado conmigo.

- Para eso salimos, para conocernos mejor.

La simple idea de besar a la viscosa cosa del pantano me hizo subir una arcada a la boca.

“es que yo sólo te veo como una amiga” (no, esa no) “es que eres muy joven” (tampoco) “es que tengo que darle la pastilla al gato y se me ha olvidado” (buff.. y esa a qué viene)

- Es que yo salgo con quien me gusta.

- ¿No te gusto?

(pues claro que no me gustas, monstruo de feria, además estás como una regadera)

- Me refiero a que sólo hemos hablado un rato, no tengo una idea formada.

- Pues yo lo tengo muy claro. A veces con cuatro palabras bastan para saberlo.

(sí, ya, y un sólo vistazo para NO saberlo)

- Bueno, pero yo funciono así. Conoces a alguien, te haces amigo porque te sientes a gusto eso evoluciona.

- ¿Y el flechazo? (iba a vomitar, seguro) ¿Podrías arriesgarte y cambiar, para variar?

(para qué, tampoco necesito amartillarme los testículos para saber que va ser una de las experiencias más horrorosas de mi vida)

- No funcionaría, necesito sentir algo (que no sea náuseas cada vez que te miro).

- ¿Ves como eres un crío? (pues sí! soy un crío! quiero volver con mi mamá!) Se te plantea una situación de adultos y te pones nervioso como un flan.

- ¿Nervioso? Yo no estoy nervioso.

- ¿Y por qué no dejas de sacudir la pierna?

Miré hacia mis piernas y en efecto, estaba dando golpecitos de talón con mi derecha.

- Es que me estoy meado. Las tres Volls... –solté con una carita de inocente que hasta yo me lo creí.

- Pues ve a mear, hombre. Ve.

- Con tu permiso.

Y desaparecí en el bar para mear a presión durante un minuto entero mientras avaluaba la posibilidad de escapar por el respiradero del apestoso escusado. Pero quién me mandaba a mí, meterme en una cita a ciegas. Desde luego yo no era Bruce Willis, y vive Dios y todos los ángeles el Reino Celestial, sus madres, tías, primos y abuelas que ella pertenecía a una dimensión tangente a la de Kim Basinger.

- ¿Tenéis puerta trasera? –le pregunté al camarero.

- Qué.

- Nada, déjalo.

Me escondí tras el potos del bar sin saber qué demonios hacer.

Vale, sí, era un crío. Ya había aprendido la lección y ahora quería que el comerrocas de pesadilla “made in” Wes Craven desapareciera para poder salir tranquilo.


Pero el ser permanecía allí. Acechante.


(continuará...)

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miércoles, diciembre 27, 2006

[Batallitas] Cita a Ciegas (parte I)

Ahora que tan de moda está conocer gente en portales de contactos y citarse más o menos a ciegas, he decidido contar lo que me sucedió años atrás, cuando chatear “en el Internet” por el mIRC era frikismo informático y el Windows 3.11 hacía furor con su Buscaminas.


Lo que voy a contar a continuación es lo que aconteció tal y como lo recuerdo. Aunque todos sabemos que con el tiempo los recuerdos se vuelven selectivos y tienden a dramatizar lo sucedido.

Corrían los emocionantes 90, y en la universidad hacíamos de todo menos ir a clase. Como miembro de AESS (Aerospace and Electronic System Society), una rama estudiantil del IEEE, gozábamos de un despacho compartido con otra asociación universitaria. En nuestra mitad teníamos un flamante PC conectado a Internet; la otra mitad del despacho la ocupaba casi en su totalidad una ser de enormes dimensiones, con la que manteníamos las distancias y a la que tratábamos de mantener bien alimentada, por si acaso.

Y navegando en la red, jugando al mus y conquistando el mundo con el Risk pasábamos las horas allí, visitando de tanto en cuanto a los vecinos de Gresca. Hasta que un día alguien nos abrió los ojos al maravilloso e inconmensurable mundo del chat. ¡Poder hablar con cualquier persona del planeta sin moverse del despacho! ¡Entrar en canales católicos interpretando al anticristo y en foros lésbicos haciéndonos pasar por modelos guarrindongas! Y todo con absoluto anonimato… ay…. aquello era el paraíso del universitario ocioso.

Un par de compañeras de despacho descubrieron en el chat la cornucopia de las relaciones sociales (12 ventanas abiertas con conversaciones simultáneas fue el récord) y les hicieron ver internet con otros ojillos.

Al caso. Cierta tarde andaba yo trasteando en el canal #barcelona cuando inicié uno de esos piques dialécticos sazonados con ocurrencias de lo más ingeniosas con lo que decía ser una chica (nunca se sabe). No recuerdo muy bien cómo pero el tema derivó al menosprecio de mis categóricas opiniones por lo que ella decía era mi corta edad. Supongo que rondaría los veintitrés, que tampoco es que fuese un niño de teta, pero como la moza me aventajaba en unos cuatro años, argumentaba que esa diferencia le aportaba un conocimiento y visión de la vida de los que yo carecía.

Pos fale.

No rindiéndome ante tan débil argumento aludí a ello:


orco_salvaje69> débil argumento es ese, bonita.

pitufina27> pues si tan seguro estás de estar a la altura de las circunstancias...

pitufina27> 93444123456

Tal fue mi sorpresa que durante un instante no supe qué hacer.

- Chaval, me ha dado su teléfono –compartí con un amigo que esperaba turno jugando al Risk.

- Es un tío y se va a partir el culo cuando llames –dijo Pepe con su marcado acento de Huelva sin apartar la mirada del monitor.

- No creo. Demasiado tiempo y demasiados comentarios de tía.

- Es un tío maricón y te va a petar el culo vía teléfono cuando llames –sentenció Pepe. Y soltó una sonora carcajada. Abandonó su partida de Risk y se sentó junto a mí.

Le dio un repaso a la conversación.

- Joe chulito. O es muy moña o es una niña de verdad.

- ¿Qué te dije?

- ¡Eres un machote, tío! –dijo dándome una fuerte palmada en la espalda- Apuntando alto, pichabrava. Te vas a follar a una tía que ya sabe de lo que va esto.

Ya se le había vuelto a ir la pinza al rubiales.

- Seguro que es una ninfómana –continuó fantaseando- que consigue sus tiernos jovencitos universitarios en el chat y los convierte en hombres follándoselos como Dios manda. Venga, llama ya cojones, que seguro que ya se está frotando la entrepierna pensando en esas palabritas tan graciosas que le dices, chulito.

- No lo tengo claro.

- ¡Pero eres gilipollas o qué! Una tía mayor te ha dado su teléfono, pichulín. Esta noche mojas. Jajaja.

Le dediqué al bueno y bruto de Pepe una mirada de circunstancias, descolgué el teléfono del despacho y marqué el número. Pepe se acomodó dispuesto a pasar un buen rato. A los pocos timbrazos oí una voz femenina y bastante agradable.

“Gracias a Dios –pensé- lo que se hubiese reído Pepe y el calvario que me hubiese hecho pasar el resto de carrera.”

- Si que has tardado. ¿Tenías miedo?

- Sí, de que fueses un camionero francés con intenciones perversas.

Pepe trató de ahogar una carcajada. Ella rió.
La conversación duró lo justo para decirnos cuatro tonterías pretendidamente graciosas, darle mi número de teléfono para hablar más tarde y con más calma desde casita y que Pepe representase una de las mejores mímicas de felación con lengua y mano que se han visto por este nuestro país.


Todavía no lo sabía, pero había cometido dos crasos errores. A saber. Primero; haber siquiera establecido contacto con esa absoluta desconocida, y segundo pero no por ello menos importante: haberle dado mi número de teléfono.


(continuará...)

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lunes, diciembre 04, 2006

[Diver] Bruce Lee para informáticos

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If you cast a pointer to an integer,
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Gracias a Marco por arrancarme una sonrisa en este penoso lunes.